Muchas de las experiencias que compartimos hoy día con nuestros hijos e hijas están relacionadas con la urgencia ante tareas como terminar los deberes y acudir a tiempo a las actividades extraescolares. Las oportunidades que se derivan para comunicarnos con nuestros hijos e hijas dejan un margen estrecho a la improvisación y a la espontaneidad. Madres y padres acabamos convertidos en supervisores de sus tareas y relacionándonos con ellos a través de peticiones, prohibiciones o amenazas, mediante un tipo de comunicación basado, sobre todo, en la acción: “tienes que hacer…”, “no hagas esto otro…”, “si haces eso…”. Este tipo de comunicación deja poco espacio para compartir experiencias con los hijos que les ayuden y les guíen en la comprensión de cuáles son sus temores, dudas y conflictos.

Con frecuencia, tendemos a ofrecerles respuestas cerradas cuando observamos que tienen que enfrentarse a situaciones difíciles. De nuevo, “tienes que hacer esto…o esto otro”, sintiéndonos frustrados como padres y madres cuando comprobamos que no es lo que finalmente hacen. Podemos sentir la distancia con los hijos e hijas como un obstáculo difícil de salvar.

En ocasiones, tratamos de acercarnos a su mundo emocional, pero solemos hacerlo sin tener en cuenta la ambivalencia de los afectos, cómo estos pueden ser contradictorios; despertándonos una misma persona o situación curiosidad o ternura y temor o rechazo, al mismo tiempo.

Nos enfrentamos al hecho de que las emociones no son puras, y al igual que una situación de alegría nos puede hacer llorar, también el miedo o la ansiedad nos puede llevar a provocar situaciones cómicas con las que intentar calmarnos, sentirnos menos asustados. Comprobamos que no existe una relación unívoca y causal entre una emoción y una respuesta o acción y esta depende, en la mayoría de ocasiones, del entramado emocional singular que cada persona construye a lo largo de su vida.

Cuando tratamos de comunicarnos con nuestros hijos e hijas siguiendo “etiquetas emocionales” de las que se derivan instrucciones fijadas de antemano, y no a partir de sus propias experiencias, estamos actuando igual que cuando les explicamos un concepto de lengua o matemáticas. Les estamos ofreciendo categorías cognitivas para que intenten modificar sus estados emocionales. En realidad, esta forma de acercarse a la comprensión de las emociones es más propia del mundo adulto que de la infancia y de la adolescencia, y les aleja a ellos, y a nosotros como adultos, de las necesidades propias de su desarrollo emocional.

Por ello, y teniendo en cuenta que la relación con los hijos e hijas se construye a partir de los afectos y de las experiencias compartidas, el Centro Municipal de Servicios Sociales dispondrá durante los próximos meses de Mayo y Junio de espacios grupales en donde madres, padres e hijos puedan explorar a partir de qué afectos, expectativas y experiencias construyen su relación.

Para facilitar la comunicación y las experiencias compartidas entre padres e hijos se utilizará el juego, el movimiento espontáneo, las narraciones fantásticas y el dibujo  para acercarnos a la compresión de las necesidades, las dificultades y las posibilidades que nos ofrece la relación con nuestros hijos e hijas.

Las sesiones de trabajo se desarrollarán durante los lunes y martes de los meses de mayo y junio, en horario de tarde, y estarán a cargo de una profesional de la psicología.

Para obtener más información sobre cómo participar en estos espacios de encuentro semanales se puede llamar al teléfono del Centro Municipal de Servicios Sociales (968 773 009) y preguntar por la psicóloga responsable de los espacios de encuentro entre padres e hijos.

 

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